La película 'Pablo's hippos', del colombiano Antonio von Hildebrand, explora el legado más absurdo que dejó el narcotraficante.
Más de 30 hipopótamos vagan libremente por Colombia y a su paso dañan
cultivos, rompen cercas, matan ganado y asustan a campesinos. Y el
responsable es un viejo dolor de cabeza para el pueblo colombiano: el
fallecido narcotraficante Pablo Escobar. "De todos los problemas que
trajo al país, es quizá el último que le faltaba a Colombia: una peste
de hipopótamos que andan flotando en el agua por todas partes, que andan
libremente y nadie puede controlar", asegura el director colombiano
Antonio von Hildebrand, que presenta en el Festival Internacional de
Cine de Cartagena de Indias el documental Pablo's hippos (Los hipopótamos de Pablo),
respaldado por Sundance Channel y la BBC. Cuenta la historia del legado
más absurdo de Pablo Escobar, y de ahí parte para contar la vida del
narcotraficante que tanto dolor causó en Colombia.
El resultado es una original película que, a través de una exhaustiva investigación, narra las dos historias: la de los hipopótamos y la de Pablo, y traza sus similitudes con grandes dosis de humor negro. "Pablo Escobar era un macho alfa, tenía el sex appeal de un Tony Soprano: el ser todopoderoso que se defiende ante todo, que puede comprar lo que sea, con el que todo el mundo quiere identificarse a un cierto nivel. Lo que está en el documental son los límites de violencia a los que llegó para demostrar que era un macho alfa".
Von Hildebrand relata que sus padres decidieron sacarlo de su Colombia natal a los 14 años, después de que en su colegio colocaran una bomba de 80 kilos que no detonó. "Siempre quise hablar de Colombia, desde entonces. Y nunca fue mi intención contar algo nuevo. Hay pocas cosas más macabras que reírse de su propia violencia, y de ahí partí", explica.
La historia de cómo llegaron los hipopótamos a Colombia nace de la pasión por los animales que tenía Escobar. El narco llegó a utilizar palomas mensajeras para comunicarse con sus sicarios. En noviembre de 1983, el capo compró los primeros animales exóticos para construir el zoológico de su propiedad, Hacienda Nápoles, y los transportó en un avión Hércules que un reportaje del periódico El Tiempo recuerda como la "narco-arca". A bordo viajaban cisnes, jirafas, gacelas, cebras, canguros, leones, tigres y una pareja de hipopótamos. Las autoridades capturaron el avión, pero, al descubrir que contenía animales y no armas ni droga, creyeron que habían sido víctimas de un engaño. Llevaron las bestias al zoológico Santa Fe de Medellín. El narcotraficante se enfureció. Ordenó que sobornaran al vigilante del zoo -le pagó el sueldo de cinco años- para que los trajeran de vuelta. Pero el rescate no era suficiente para resarcir el daño al ego de Escobar.
Sus hombres recolectaron pollos, gallinas y demás animales de granja para dejarlos en lugar de los exóticos animales. Los animales llegaron a Hacienda Nápoles esa misma noche. También esa misma noche el hipopótamo macho se cobró su primera víctima: uno de los camellos. Con el tiempo, el zoo llegó a albergar más de 2.500 animales (entre ellos, elefantes, cocodrilos y una pareja de loros negros única en el mundo) y hasta un "parque jurásico" que incluía réplicas a tamaño real de dinosaurios.
La decadencia de la propiedad fue acorde con la del propio capo. A la muerte de Escobar, en diciembre de 1993, Hacienda Nápoles fue saqueada y los animales que no murieron fueron robados, transportados al zoológico y hasta cocinados en algunos casos. No fue el caso de los hipopótamos. La pareja original tuvo una nutrida descendencia y actualmente se calcula que, solo en los alrededores de Hacienda Nápoles (en Puerto Victoria, a las orillas del río Magdalena y a 100 kilómetros de Medellín), aún viven una veintena de ellos. Su presencia se promociona en la página web de la propiedad, confiscada por el Gobierno, y que ahora funciona como un parque de diversiones.
Hace tres años, un macho y una hembra fueron expulsados de la manada, escaparon del lugar y viajaron 150 kilómetros al norte del país a través del río. Los riesgos que suponían llevaron al Ministerio de Ambiente colombiano a autorizar su caza. En 2009, un grupo de soldados mató al macho -al que los lugareños habían bautizado como Pepe-, lo que provocó la protesta de grupos ecologistas, que exigen que los animales sean trasladados y no asesinados.
Pese a su dulce apariencia, los hipopótamos son de los animales más peligrosos del mundo. Agresivos, territoriales y responsables de más muertes en África que ningún otro animal. Un macho puede pesar cuatro toneladas, medir cinco metros de largo y alcanzar velocidades de hasta 30 kilómetros por hora.
Los hipopótamos que se escaparon de la propiedad de Escobar son los primeros animales de su tipo en la historia -hablamos de miles de años- que viven en América en libertad. Von Hildebrand calcula que hay por lo menos 30 hipopótamos vagando por Colombia y se han convertido en un quebradero de cabeza: acaban con cultivos (comen 50 kilos de hierba al día), rompen cercas, matan ganado y atacan a campesinos y pescadores. "Salen de la manada porque han sido expulsados por el macho alfa y entonces buscan hembras. El problema es que no estamos en África y no las van a hallar. Se han convertido en una especie de monstruo de lago Ness caribeño".
Pablo's hippos recuerda que los hipopótamos que pasean por Colombia son un añadido más a una larga lista de absurdos y sinsentidos que Escobar causó en su país. Responsable de miles de asesinatos y una violencia inaudita en Colombia, el capo se veía como un Robin Hood moderno que construía estadios, iglesias y repartía dinero a manos llenas en los barrios bajos de Medellín.
Un hombre profundamente querido por sus subalternos -"El que moría por Pablo Escobar moría feliz", recuerda en el documental el jefe de sus sicarios, John Jairo Velázquez Vázquez, alias Popeye-, convencido de que el día en que la droga fuera legal sería dueño de su propia marca (Cocaína Escobar, se llamaría) y que, en un alarde de cinismo, anunció que se entregaba, pero bajo sus condiciones. Se construyó una lujosa cárcel, donde organizó fiestas, orgías y nuevos crímenes, y de donde escapó en julio de 1992 sin disparar un tiro, frente a las narices de cientos de soldados, cuando se enteró de que sería trasladado. "En Colombia desarrollamos una tolerancia anormal al absurdo", afirma Von Hildebrand.
"Lo que quise es tomar la marca más absurda que nos dejó el narco para hablar de todo lo que nos había pasado. Y descubrí que los narcotraficantes tienen similitudes con los hipopótamos, o al menos Pablo Escobar las tenía. Son gorditos, lampiños, extremadamente agresivos, no particularmente inteligentes pero muy fuertes, y todo lo que hacen es por territorio y por hembras", reflexiona. Von Hildebrand enumera las similitudes: "Cuando el líder de la manada es viejo, llega otro y lo mata para tomar el liderazgo, como los narcos. Matan de inmediato a cualquiera que se les cruce en el camino, como los narcos. Son paranoicos, como los narcos.
En Colombia no tenemos al elefante en el cuarto, es el hipopótamo en el cuarto. Y si lo sacamos nadie los va a querer. Estamos rodeados de hipopótamos, se están reproduciendo y tenemos que hacer algo al respecto".
El resultado es una original película que, a través de una exhaustiva investigación, narra las dos historias: la de los hipopótamos y la de Pablo, y traza sus similitudes con grandes dosis de humor negro. "Pablo Escobar era un macho alfa, tenía el sex appeal de un Tony Soprano: el ser todopoderoso que se defiende ante todo, que puede comprar lo que sea, con el que todo el mundo quiere identificarse a un cierto nivel. Lo que está en el documental son los límites de violencia a los que llegó para demostrar que era un macho alfa".
Von Hildebrand relata que sus padres decidieron sacarlo de su Colombia natal a los 14 años, después de que en su colegio colocaran una bomba de 80 kilos que no detonó. "Siempre quise hablar de Colombia, desde entonces. Y nunca fue mi intención contar algo nuevo. Hay pocas cosas más macabras que reírse de su propia violencia, y de ahí partí", explica.
La historia de cómo llegaron los hipopótamos a Colombia nace de la pasión por los animales que tenía Escobar. El narco llegó a utilizar palomas mensajeras para comunicarse con sus sicarios. En noviembre de 1983, el capo compró los primeros animales exóticos para construir el zoológico de su propiedad, Hacienda Nápoles, y los transportó en un avión Hércules que un reportaje del periódico El Tiempo recuerda como la "narco-arca". A bordo viajaban cisnes, jirafas, gacelas, cebras, canguros, leones, tigres y una pareja de hipopótamos. Las autoridades capturaron el avión, pero, al descubrir que contenía animales y no armas ni droga, creyeron que habían sido víctimas de un engaño. Llevaron las bestias al zoológico Santa Fe de Medellín. El narcotraficante se enfureció. Ordenó que sobornaran al vigilante del zoo -le pagó el sueldo de cinco años- para que los trajeran de vuelta. Pero el rescate no era suficiente para resarcir el daño al ego de Escobar.
Sus hombres recolectaron pollos, gallinas y demás animales de granja para dejarlos en lugar de los exóticos animales. Los animales llegaron a Hacienda Nápoles esa misma noche. También esa misma noche el hipopótamo macho se cobró su primera víctima: uno de los camellos. Con el tiempo, el zoo llegó a albergar más de 2.500 animales (entre ellos, elefantes, cocodrilos y una pareja de loros negros única en el mundo) y hasta un "parque jurásico" que incluía réplicas a tamaño real de dinosaurios.
La decadencia de la propiedad fue acorde con la del propio capo. A la muerte de Escobar, en diciembre de 1993, Hacienda Nápoles fue saqueada y los animales que no murieron fueron robados, transportados al zoológico y hasta cocinados en algunos casos. No fue el caso de los hipopótamos. La pareja original tuvo una nutrida descendencia y actualmente se calcula que, solo en los alrededores de Hacienda Nápoles (en Puerto Victoria, a las orillas del río Magdalena y a 100 kilómetros de Medellín), aún viven una veintena de ellos. Su presencia se promociona en la página web de la propiedad, confiscada por el Gobierno, y que ahora funciona como un parque de diversiones.
Hace tres años, un macho y una hembra fueron expulsados de la manada, escaparon del lugar y viajaron 150 kilómetros al norte del país a través del río. Los riesgos que suponían llevaron al Ministerio de Ambiente colombiano a autorizar su caza. En 2009, un grupo de soldados mató al macho -al que los lugareños habían bautizado como Pepe-, lo que provocó la protesta de grupos ecologistas, que exigen que los animales sean trasladados y no asesinados.
Pese a su dulce apariencia, los hipopótamos son de los animales más peligrosos del mundo. Agresivos, territoriales y responsables de más muertes en África que ningún otro animal. Un macho puede pesar cuatro toneladas, medir cinco metros de largo y alcanzar velocidades de hasta 30 kilómetros por hora.
Los hipopótamos que se escaparon de la propiedad de Escobar son los primeros animales de su tipo en la historia -hablamos de miles de años- que viven en América en libertad. Von Hildebrand calcula que hay por lo menos 30 hipopótamos vagando por Colombia y se han convertido en un quebradero de cabeza: acaban con cultivos (comen 50 kilos de hierba al día), rompen cercas, matan ganado y atacan a campesinos y pescadores. "Salen de la manada porque han sido expulsados por el macho alfa y entonces buscan hembras. El problema es que no estamos en África y no las van a hallar. Se han convertido en una especie de monstruo de lago Ness caribeño".
Pablo's hippos recuerda que los hipopótamos que pasean por Colombia son un añadido más a una larga lista de absurdos y sinsentidos que Escobar causó en su país. Responsable de miles de asesinatos y una violencia inaudita en Colombia, el capo se veía como un Robin Hood moderno que construía estadios, iglesias y repartía dinero a manos llenas en los barrios bajos de Medellín.
Un hombre profundamente querido por sus subalternos -"El que moría por Pablo Escobar moría feliz", recuerda en el documental el jefe de sus sicarios, John Jairo Velázquez Vázquez, alias Popeye-, convencido de que el día en que la droga fuera legal sería dueño de su propia marca (Cocaína Escobar, se llamaría) y que, en un alarde de cinismo, anunció que se entregaba, pero bajo sus condiciones. Se construyó una lujosa cárcel, donde organizó fiestas, orgías y nuevos crímenes, y de donde escapó en julio de 1992 sin disparar un tiro, frente a las narices de cientos de soldados, cuando se enteró de que sería trasladado. "En Colombia desarrollamos una tolerancia anormal al absurdo", afirma Von Hildebrand.
"Lo que quise es tomar la marca más absurda que nos dejó el narco para hablar de todo lo que nos había pasado. Y descubrí que los narcotraficantes tienen similitudes con los hipopótamos, o al menos Pablo Escobar las tenía. Son gorditos, lampiños, extremadamente agresivos, no particularmente inteligentes pero muy fuertes, y todo lo que hacen es por territorio y por hembras", reflexiona. Von Hildebrand enumera las similitudes: "Cuando el líder de la manada es viejo, llega otro y lo mata para tomar el liderazgo, como los narcos. Matan de inmediato a cualquiera que se les cruce en el camino, como los narcos. Son paranoicos, como los narcos.
En Colombia no tenemos al elefante en el cuarto, es el hipopótamo en el cuarto. Y si lo sacamos nadie los va a querer. Estamos rodeados de hipopótamos, se están reproduciendo y tenemos que hacer algo al respecto".